miércoles, 1 de julio de 2009

No me lloren, crezcan - Por Jorge Giles


01-07-2009 /
La historia dice que Juan Domingo Perón falleció un día como hoy hace 35 años, el 1º de Julio de 1974.
Que fue General de la Nación y tres veces elegido Presidente de los argentinos por voluntad de su pueblo. Que recuperó la justicia social y la soberanía de los argentinos desde el día que los trabajadores le devolvieron a él la libertad, el 17 de Octubre de 1945. Desde entonces llamado, el Día de la Lealtad.
Sin embargo, pese al tiempo transcurrido desde su partida, todavía escuchamos en las barriadas populares un antiguo grito de bronca o de alegría, según cuadre la ocasión.
El “¡Viva Perón, carajo!” lo trae entero, en cuerpo y alma, al viejo Líder que aún no encuentra su merecido descanso en el cielo de los justos.
Será por que lo trae la memoria a cada rato, por que se aprende de él en cada nueva circunstancia, por que está vivo y en estos días vuelve para acompañarnos y decirnos, por ejemplo: “¿Muchachos, todavía no aprendieron que sólo la organización vence al tiempo?”
Esos trocitos de humanidad que son los pueblos cuando están dispersos, se vuelven a juntar de cuando en cuando y se llaman causa nacional y popular o el nombre que aconseje el lenguaje de la época.
Sucede cuando la gente se hace pueblo y despliega todas las alas para volar bien alto.
Así sucedió cuando se encontraron pueblo y líder en la histórica Plaza. Y fue un entrañable amor para siempre.
Es por eso que Perón les pertenece sólo a los trabajadores y a los jóvenes que lo vivan como si fuera cierto que no se ha ido nunca de aquí.
Es mentira que pertenece a todos por igual.
Perón es Perón por lo que hizo en vida, por la Patria Justa, Libre y Soberana, por las 20 Verdades, por “Patria sí, Colonia, no”, por el Modelo nacional, por Evita y los descamisados, por la Resistencia y por el “Luche y Vuelve” que lo trajo de regreso hasta su patria.
Un puñado de días antes de su partida final, advirtió que su único heredero era el pueblo y que él había regresado para trabajar por la liberación y no por la dependencia y que si no fuera así, mejor pasaba a cuarteles de invierno.
Estaba diciendo el 12 de junio de 1974 ante su pueblo, en la Plaza de Mayo, que no le interesaba durar por durar, estar por estar.
El pueblo inventó a Perón y sólo a él se debía.
“Llevo en mis oídos la más maravillosa música, que para mi, es la palabra del pueblo argentino”, saludó con los brazos en alto desde el balcón de la historia y ya no lo vimos más.
Nos estaba diciendo que se iba, y muchos no supimos entenderlo, o quizás sí, pero no queríamos aceptarlo en ese dolor que se venía al galope y que como dijo Walsh al día siguiente “en la conciencia de millones de hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable”
Aún no lo es.
Es quizás la tarea colectiva pendiente de quienes más allá de sus banderías partidarias, coinciden en la necesidad de profundizar un modelo de país que pueda juntar, como si fuera un ramo de “no me olvides”, el salario justo y el trabajo digno, la belleza de una obra cultural, la memoria histórica, la unidad latinoamericana, un Estado solidario al servicio del pueblo, repartir los panes y la riqueza como se viene intentando desde que salimos de la larga noche del neoliberalismo, allá por mayo del 2003.
Recordar a Perón hoy es estar junto a Honduras, nuestro hermano pueblo desangrado ante un nuevo manotazo mortal del fachismo oligárquico. Y es decirles “no pasarán” y acompañar como se pueda a la Presidenta de los argentinos en su ejemplo latinoamericanista.
Recordar hoy a Perón es no rendirnos encandilados ante las luces de neón de los neoliberales de guante blanco que vuelven por la revancha conservadora.
Recordar hoy a Perón es no perder la capacidad de vergüenza ni asombro al observar a los que rápidamente se anotaron como “mariscales”, cuando apenas lucen carné de aves rapaces. Y al que le quepa el sayo…
Recordar hoy a Perón no significa una poltrona acomodada, sino saber leer lo que pasó el domingo, escuchando las voces subterráneas de este pueblo cuando habla.
Será crecer, como pidió en su final.
Ese pueblo que vuelve a llorar a Perón en este día, sabe perdonar todo, menos la traición.
Honrarlo es recordar más que nunca, con Perón, que los pueblos que pierden la memoria, se condenan al olvido y los que se rinden y mimetizan con los poderosos, no merecen llamarse “compañeros”.

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